La Nave Central y la Capilla Mayor
La nave central de la Parroquia de San Andrés corresponde, como ya se vio, con el espacio del primitivo templo románico que fue posteriormente ampliado con las naves laterales. Al entrar en la nave central, se advierte que ésta no es solo la más alta, sino también la más decorada del edificio. Los ricos estucos barrocos de su bóveda, en sus arcos, vanos, modillones y molduras evidencian que se trata de un espacio más importante que aquel de las naves laterales, en el que únicamente se insinúan formas acasetonadas.
La importancia de la decoración se acentúa al entrar en la capilla mayor, donde se añade la policromía al color blanco que caracteriza a todo el templo. En su bóveda destaca la pintura de un Cristo Resucitado que preside e inunda simbólicamente todo el espacio. En el cascarón del ábside está representado el Espíritu Santo en forma de paloma en medio de una gloria luminosa adorada por los ángeles. Esta riqueza decorativa nos muestra que nos encontramos en el lugar más importante de toda la iglesia, aquel en el que la comunidad cristiana celebra la Eucaristía y venera a Jesucristo presente en el Sagrario. Se trata por tanto de un espacio dedicado a la celebración y a la oración, que es por ello el corazón de la iglesia.
Las paredes del tramo recto presbiteral están decoradas con ocho lienzos de grandes dimensiones enmarcados por yeserías barrocas. Fueron realizados por Francisco Herranz (autor a su vez del Cristo Resucitado que se encuentra en la bóveda) en el último tercio del siglo XVII. El ciclo representado en estos lienzos es cristológico y mariológico.
Los temas que aparecen son: la Inmaculada Concepción, la Presentación de María en el Templo, la Anunciación, la Oración en el Huerto, la Flagelación, el camino del Calvario y el Llano sobre Cristo muerto. Como se ve, se trata de iconografías que nos sumergen en el misterio de Cristo desde el misterio de la Redención y, también de la mano de la Virgen María. Todo ello, es mucho más que un bonito exorno barroco. Ya que nos ayuda a hacer memoria de Jesucristo, muerto y resucitado, precisamente en el lugar en el que se celebra el memorial de su pasión, muerte y resurrección, se hace presente en los demás sacramentos y espera con su constante presencia en el sagrario.
El ábside de la iglesia de San Andrés presenta una pequeña desviación axial con respecto al tramo recto presbiteral de la capilla mayor. Para algunos esto podría explicarse aludiendo a que la actual nave central no es la original, sino que corresponde a la reforma mudéjar llevada a cabo en el siglo XIII. Sin embargo, existe otra explicación según la cual esta desviación no sería accidental sino buscada, en favor de un simbolismo litúrgico y eclesiológico. Así, para Santos San Cristóbal Sebastián esta desviación haría referencia a la inclinación de la cabeza de Cristo al morir en la cruz de la que habla el Evangelio de San Juan. Siguiendo esta interpretación tan simbólica, la nave de la Iglesia haría alusión al Cuerpo de Cristo que conforman los fieles que participan allí de los sacramentos. Mientras que el ábside, donde se celebra la Eucaristía, sería la cabeza de este Cuerpo, que es el mismo Cristo, siguiendo así la metáfora de San Pablo. Según esta interpretación, la iglesia como edificio ayuda a expresar lo que es en realidad la Iglesia como Cuerpo, del que Cristo es la cabeza.
De la bóveda barroca del templo parroquial cuelgan tres elegantes lámparas de cristal de La Real Fábrica de Cristales de La Granja. La central y más grande de las tres, fue costeada por los feligreses con motivo de una Catorcena en el S.XVIII.
Las dos laterales proceden de una de las capillas del antiguo Colegio de la Compañía de Jesús de Segovia y llegaron a la Parroquia, junto con un desaparecido juego de ciriales, después de la expulsión de los jesuitas de España en el año 1767. Sobre las bóvedas de la nave central de la iglesia se conservan los antiguos mecanismos con los que estas lámparas eran bajadas y subidas para el cambio de sus velas y la limpieza de sus cristales.
Estas lámparas fueron restauradas en la misma Real Fábrica en la Catorcena del año 2000 dirigiendo la intervención el ilustre maestro vidriero, y vecino de la Parroquia, Carlos Muñoz de Pablos. También se reforzó y mejoró el sistema de colgado original.