Llega el mes de mayo, y con él todo lo bonito de la primavera, las flores, la antesala del tan ansiado verano… y en muchos sitios nos preparamos ya para vivir lo que llamamos el mes de María. En los coles no paramos de nombrarla, de cantar y de celebrarla, en las parroquias se la adorna con flores y se reza en torno a su imagen. Y es que, qué importante es María que debemos dedicarle un mes entero y si se me permite, poco me parece.
Decía san Marcelino Champagnat que María, la Buena Madre, debe ser nuestro recurso ordinario, aquella a quien debemos recurrir siempre que lo necesitemos. No debemos tener miedo a hacerlo y, además, a hacerlo en cantidad. Ella siempre está. En las buenas y en las no tan buenas (aunque no la llamemos), porque no hay nada más incondicional que el amor y la presencia de una madre.
No perdamos la inocencia de la infancia y nos creamos que de mayores no la necesitamos porque no es así. A María la llamamos casi sin darnos cuenta desde nuestra oración o desde nuestro silencio. Así que no seamos perezosos y nombrémosla en voz alta. Mucho más, tratemos de tenerla presente en todo momento. Y si no es así, ¡tranquilidad! que, como dice la canción, «una madre no se cansa de esperar» y llegará el momento en el que nos demos cuenta de que ha estado todo el tiempo a nuestro lado, acompañándonos (y no sólo en el mes de mayo).
Maestro en el Colegio Ntra. Sra. de la Fuencisla de Hermanos Maristas, Segovia.
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Imagen de la Virgen del Rosario, talla barroca que en el mes de mayo es trasladada al presbiterio para su veneración. Este año 2023 lo hace estrenando nuevo altar elaborado por los feligreses.
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